miércoles 16 de enero de 2008 17:00:54
Jorge Ferrer
Luiz Inácio Lula da Silva perdió la oportunidad de ser el primer Jefe de Estado que visitara la Cuba del poscastrismo, tratándola como tal.
Chávez, como es natural, no califica para el título, porque sus viajes son los del epígono que va a negociar la continuidad.
Lula, en cambio, llevaba una agenda empresarial, en la que el peso de la adscripción ideológica al castrismo prometía ser escaso, irrelevante. Viajaba a hacer negocios con Raúl Castro, a instalar a Brasil en el espacio económico de una esperada apertura del mercado cubano.
La leve retórica de izquierda que podía haber acompañado sus declaraciones en la isla era previsible. Y saludable, siempre que se mantuviera en los límites del discurso propio de la izquierda democrática.
A fin de cuentas, las posibilidades de que una Cuba poscastrista ingrese al concierto de naciones del hemisferio desde la izquierda que encarnan Lula y Bachelet son mucho mayores que las que la permiten imaginar irrumpiendo desde una plataforma de derecha.
De hecho, la única transición que cabe esperar para Cuba es la que encarna la izquierda reformista. La otra vía sería la del rompimiento.
Pero Lula perdió la oportunidad de «ayudar» a encauzar a Cuba por esa vía hacia la democracia. Y la culpa, aunque es también suya, es sobre todo del totí. Del totí en Adidas, el encantador de serpientes.
Hipnotizó a Lula con su jerigonza fin-del-mundista y su pesada dicción de abuelo sabio, y Lula volvió a ser quien fue tanto tiempo, quien ha sido siempre para acabar proclamando que si «lucidez increíble», «salud impecable», o que «está listo para asumir un papel político…» Y, sobre todo, ese «Todos saben la pasión que siento por la Revolución cubana», una frase que tiene la virtud de convertir cada una de sus palabras anteriores en volutas de humo.
Si bien, el saldo económico de la visita es positivo para la Cuba de hoy y la del mañana que sea, el patinazo ideológico final nos devuelve a todos a la triste circunstancia de que ni siquiera cabe esperar apoyos a una Transición desde las izquierdas moderadas de la América latina. Como siempre, a los cubanos no nos cabe esperar nada de nadie. Nada bueno, se entiende.
Lo más divertido fue el rotundo mentís de Castro I acerca de la lucidez y la recuperación física que le quiere Lula. Hubo mentís fotográfico. Adviértase la dejadez de esa figura sobre la que pivota esa cabeza meditabunda y con aires de hidrocefalia. Pero hubo, sobre todo, mentís escrito, esa Regalo de reyes, «reflexión» que trae hoy el Granma, que demuestra que el desequilibrio mental de su redactor corre parejo con su deterioro físico. Hay de todo en esa «reflexión», como en la botica desde la que le traen Fitina que poco ayuda.
Es, por cierto, un ejemplo perfecto de lo que decía alguien y anotaba en Juventud Rebelde la arrobada Arleen. Aquello de que puede hablar de un montón de cosas a partir de una sola idea. En efecto, un montón de cosas inconexas, sin más idea aglutinante que la de que la muerte lo ronda cada vez con más ganas.
Léase esa «reflexión»: da para buena charla en los postres.
UPDATE:
Por cierto, viendo las fotos de la visita que aparecen en la Fotogalería de El Nuevo Herald, reparo en un par de minucias de la escenografía que demuestran cierto descuido.
Primero, ese cable de antena, o teléfono, en conexión manifiestamente improvisada:
Y, sobre todo, esas plataformas de madera basta sobre la que encaramaron el sillón de caoba:
Aunque, visto el resultado, se entiende razón de tal pedestal:
Todas las fotos han sido distribuidas por AP.
De contra:
Hoy, en España, y como en los chistes, tres noticias: una mala, una regular y una buena.
La mala, que Mariano Rajoy apartara a Gallardón de las Cortes. Empeñado en perder las venideras elecciones, Rajoy se muestra incapaz de ampliar el discurso de la derecha. Parece no darse cuenta de que por fuertes que sean las resistencias a Gallardón en ciertos sectores del electorado, éstos acabarían votando al Partido Popular, porque carecen de cualquier espacio creíble más a la derecha, mientras que al privarse de él, empujan hacia el prometedor partido de Rosa Díez a decenas de miles de votantes.
La regular, esa misma: que Rosa Díez acaba de recibir buen regalo electoral.
La buena: que retiraron el imbeciloide himno nacional. El mismo presidente del Comité Olímpico Español que decía estaba encantado con su letra, compareció hoy para anunciar que dejan aparcado el asunto y el autor del engendro está muy pero que muy molesto. ¡Qué país!
De recontra:
Un magnífico artículo de Pilar Rahola en La Vanguardia sobre la política exterior de Zapatero. No tiene desperdicio. Les copio un par de párrafos para hacer boca. Completo aquí.
Alianza ¿de qué?
Pilar Rahola
Decía Anatole France: "Un necio es mucho más funesto que un malvado. Porque el malvado descansa algunas veces; el necio jamás". No estoy muy segura de compartir al ciento por ciento esta ocurrente afirmación, pero es verdad que, en nombre de la bondad se han hecho algunas de las grandes necedades de la historia. No hay nada peor que un ignorante bienintencionado, porque entonces, ciertamente, no tiene remedio. Por supuesto, no osaría nunca considerar al presidente ZP un necio, pero sí creo que su buenismo internacional le ha llevado a cometer algunas de las grandes boberías de su mandato. Ahí está, por ejemplo, el paseo de Moratinos por Cuba, legitimando al régimen y dejando en el ostracismo a la oposición democrática. O la venta de armas al imprevisible y peligroso Hugo Chávez. Oel desplante a los norteamericanos, insultando a su bandera. O, ¿cómo no?, el lamentable episodio de la kefia palestina, en plena guerra de Líbano.
Si el balance de Zapatero se basara, exclusivamente, en su política internacional, recuperaríamos el epíteto de Bambi, y no precisamente para considerarlo un estadista. Lamentablemente, la altura internacional de muchos líderes españoles está al nivel de su dominio de idiomas extranjeros: well very bad...A diferencia de su política interior, donde ha prometido mucho, pero ha incumplido más o no ha tenido demasiados problemas en mentir (al menos, respecto a sus promesas catalanas), en política exterior ZP ha sido un hombre coherente, lo cual es una pésima noticia. Porque si la coherencia naciera de una estrategia planificada, una visión profunda de la geopolítica y una seria independencia de criterios, estaríamos ante un líder internacional. Cuando la coherencia, en cambio, es la aplicación sistemática y acrítica del libro rojo del buen progre, con todos los mandamientos de la corrección política - "odiarás a EE. UU. por encima de todo", etcétera- llevados a las últimas consecuencias, lo que tenemos es un severo fiasco. Y una permanente improvisación.
Publicado en: El Tono de la Voz Actualizado 16/01/2008 17:41